En mi persona habitan dos almas. Una es fuerte, cree saber, aunque no mucho; incluso se atreve a andar dando lecciones de vida por ahí, como si alguien la escuchara. Intenta ser responsable y consecuente con lo que hace y dice, y se aferra a sus valores. Se hace mayor y comprende que añejarse un tanto forma parte de la vida e intenta aprender a ser adulto.
La otra es ignorante, insegura y feliz. Vive en el mundo de la fantasía en la que todo sale bien. Se ilusiona y vive intensamente cada cosa que hace, con la visión que tiene un niño con todo un mundo por descubrir. No es consciente de las consecuencias de sus actos y tiene miedo a ser rechazado y abandonado por no saber hacerlo mejor.
Ambos aspectos dialogan y se sanan mutuamente. Negocian sobre en qué crecer y dónde plantarse y jugar. E intentan no apearse del mundo sin haber conocido lo que es la vida.
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