Con la luminosidad del nuevo día, Silvia y Gabriel se abrazan desnudos y envuelven a Rodrigo bajo las sábanas. Le ofrecen durante horas su calor en silencio. Se acarician, se sonríen y se aman. Se miran fijamente a los ojos. Se contemplan cómplices y hermosos. Se hablan emocionados y se admiran por su grandeza. Por la humilde grandeza de los que sienten que juntos siempre ganan.
Aun abrigado por el vientre, Rodrigo escucha atentamente el suave latir del corazón de su madre. Gabriel con curiosidad pregunta, ya que hablan una lengua que el hombre no llega a vivenciar.
- ¿De qué habláis?
- Gabriel, a él también le gusta tu voz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario