Dormía profundamente el Poeta en su quietud. Soñaba con páramos altivos, con verdes arboledas cubiertas de nieve y algunos charcos del frío ya derretido. Caminaba él lúcido y confiado. Huraño y sonriente ante la luz de un sol majestuosamente cálido y complaciente.
- El cuerpo descansa en sueños así - se decía entre pasajes y ensoñaciones - La belleza del sueño... la realidad que inventamos, que generamos re-calculando entre deseos e inquietudes... ¿Qué vendrán a contarme los sueños hoy?
Continuaba el Poeta hacia la cumbre, y observando atónito y embriagado ante la inmensidad del vacío, tomó consciencia de la levedad de su existencia y dijo:
- No quiero más tesoro que el amar. No quiero más ganancias que la entrega a este inmenso espacio, a esta fuerza inquebrantable que siento en la tierra, los árboles, la roca, el agua y el aire que respiramos. Esta fuerza que habita en mi y que ahora no puedo ignorar. El abrazo entre la tierra, el hombre y el hombre. Entre el hombre, el hombre y la tierra.
Arturo, estás hecho un cansa-almas, además de un poco enamorao...
ResponderEliminarSi eres capaz de verlo es que algo de alma todavía te queda. Me alegro ;)
Eliminar¡¡¡Que grande Arturo!!! Muy especial!! Me gusta la profundidad que aportas y como hilas la fantasía con la realidad. Los sueños son reales y la realidad fantástica. La primera lectura, la segunda y creo que las sucesivas me sugieren algo, y es una larga pausa después de leer "No quiero más tesoro que el amar". Es una idea clave para reflexionar, para saborear y una realidad que no se pude quedar en los sueños. Amar, perpetua al hombre.
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