Una vez en el mercado, Mujer y Poeta, sutilmente cruzan sus miradas y conversan excitados:
- Y tú, Mujer, ¿amas al Poeta?
- No encontrando otra razón de ser; yo amo la lluvia, amo el ocaso. Amo las flores, la risa, el otoño, la hierba, el canto de las aves y el vuelo de los pájaros. Amo el deseo, y en el deseo me hallo. Amo con la intensidad de quien se siente perecer en la infinidad de cada instante, y en sus arrugas siente el devenir de la sabiduría y los años. Amo la sensibilidad y el convencimiento como elementos de obligado cumplimiento por quien encuentra sentido a la vida, y en ese camino perece más allá de lo que haya encontrado.
- Entonces, Mujer, Poeta eres; y en el camino nos hallamos.
- Y tú, Mujer, ¿amas al Poeta?
- No encontrando otra razón de ser; yo amo la lluvia, amo el ocaso. Amo las flores, la risa, el otoño, la hierba, el canto de las aves y el vuelo de los pájaros. Amo el deseo, y en el deseo me hallo. Amo con la intensidad de quien se siente perecer en la infinidad de cada instante, y en sus arrugas siente el devenir de la sabiduría y los años. Amo la sensibilidad y el convencimiento como elementos de obligado cumplimiento por quien encuentra sentido a la vida, y en ese camino perece más allá de lo que haya encontrado.
- Entonces, Mujer, Poeta eres; y en el camino nos hallamos.
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