Corriendo bajo la lluvia, las luces de las farolas se unen dándole sentido y dirección a mi encuentro con la vida.
Mis piernas no dan a más, cuando una fuerza inquietante y desmesurada acelera mi paso hasta límites que yo nunca hubiera imaginado.
Cada pisada, cada zancada representa una liberación, una ruptura con lo que pensé ser. Cada metro que avanzo supone una victoria, un encuentro con el hombre que habita en mi costado.
Mi jadeo, mi aliento quedaron atrás. Siento que ya no necesito respirar, y las formas que antes configuraban mi cuerpo se desvanecen para formar un nuevo yo. Una reencarnación en mi mismo en otro estado, en otra consciencia.
Arranco mi camiseta, descalzo mis pies y dejo que la lluvia forme parte de mi cuerpo.
Allí, de pié, desnudo, con las manos apretadas y los brazos abiertos, descubro que todo forma parte de mí, y que yo soy parte de todo.
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