Una de las
primeras observaciones que uno comienza a realizar sobre sí mismo cuando inicia
o elige un camino de auto conocimiento, es cómo se desenvuelve. Cómo se
relaciona con cada una de las situaciones que se le plantean en su día a día.
En
ese proceso de auto observación, te das cuenta de que no siempre reaccionas
igual, que en función del contexto: laboral, familiar o rodeado de amigos; la
forma en que te relacionas varía. Y asociada a esa diferente manera de
relacionarse, se encuentra una emoción evocada. Así, se rememoran y se ponen en
juego continuamente antiguos patrones movidos por una energía diferente.
En
casa me puedo mostrar severo y tajante, puedo ser duro ante mis hijos y mi
pareja; mientras en mi trabajo me puedo mostrar sumiso y atento. Con mis amigos
puedo ser alguien divertido y ocurrente y en casa de mis padres callado e
introvertido.
En
relación a esto Maurice Nicoll nos dice:
El
Hombre, la Mujer, no son uno. Son muchos. No tienen un Yo Real Permanente, sino
muchos “Yoes” diferentes, contradictorios y mudables. Pero imaginan ser Uno.
De esta
manera, nos encontramos con un montón de “Yoes”, o personajes internos, como
los llama Gurdjieff; que luchan por ocupar la posición saliente, que quieren
tomar el control de la situación y dialogan entre si. Generando en el individuo
que los aloja una sensación de “separatividad” angustiante, que dificulta su
relación con el mundo y consigo mismo.
Así, Khalil
Gibrán nos lo representa en los “Los Siete Egos” de manera muy visual:
En la hora más silente de la noche, mientras estaba yo
acostado y dormitando, mis siete egos sentáronse en rueda a conversar en
susurros, en estos términos:
Primer Ego: - He vivido aquí, en este loco, todos estos
años, y no he hecho otra cosa que renovar sus penas de día y reavivar su
tristeza de noche. No puedo soportar más mi destino, y me rebelo.
Segundo Ego: - Hermano, es mejor tu destino que el mío,
pues me ha tocado ser el ego alegre de este loco. Río cuando está alegre y canto
sus horas de dicha, y con sus pies alados danzo sus más alegres pensamientos.
Soy yo quien se rebela contra tan fatigante exigencia.
[...]
Quinto Ego: - No; yo soy, el ego pensante, el ego de la
imaginación, el que sufre hambre y sed, el condenado a vagar sin descanso en
busca de lo desconocido y de lo increado... soy yo, y no vosotros, quien tiene
más derecho a rebelarse.
[...]
Séptimo ego: - ¡Qué extraño que todos vosotros os
rebeléis contra este hombre por tener a cada uno de vosotros una misión
prescrita de antemano! ¡Ah! ¡Cómo quisiera ser uno de vosotros, un ego con un
propósito y un destino marcado! Pero no; no tengo un propósito fijo: soy el ego
que no hace nada; el que se sienta en el mundo y vacío espacio que no es vacío
y en el tiempo que no es tiempo, mientras vosotros os afanáis recreándoos en la
vida. Decidme, vecinos, ¿quién debe revelarse: vosotros o yo?
Al terminar de hablar el Séptimo Ego, los otros seis lo
mimaron con lástima, pero no dijeron nada más; y al hacerse la noche más
profunda, una tras otro se fueron a dormir, llenos de una nueva y feliz
resignación.
Sólo el Séptimo Ego permaneció despierto, mirando y
atisbando a la Nada, que está detrás de todas las cosas.
Este
sentimiento de separatividad, se afianza en nosotros ya que cada personaje se
energetiza en dirección opuesta a la de otro, dentro de una misma polariadad.
De esta manera encontramos dentro de nosotros a personajes como:
- El “juez”, que dictamina qué está bien y qué está mal, y que está por encima de todo. Que puede entrar en conflicto con el “comprensivo” o el “bueno”; al que todo le parece bien y siempre está dispuesto a acoger.
- El “disponible”, que siempre está para los demás y se deja así mismo para el final. Y el “independiente”, que puede con todo y no necesita a nadie.
Así hasta un sin fin de personajes que podemos ir identificando en
nosotros, sintiéndolos y jugándolos conscientemente; para posteriormente poder
trabajar la desidentificación de los mismos.
Antonio
Pacheco nos dice en cuanto a esto:
Gurdjieff
nos transmite la ley del tres, que viene a decir que todas las cosas del
universo se rigen por tres principios: activo, pasivo y neutralizante.
[...]
Este principio nos sugiere la reconciliación de los
opuestos, que puede aplicarse en el trabajo con nuestros personajes, teniendo
la posibilidad de conocerlos para poder, así, aceptarlos y detener la lucha
entre aquellos que son contradictorios o antagónicos.
Pudiendo
conciliar todas las partes, sintiéndonos integrados, como una unidad amorosa y
compasiva.
Bibiliografía.
Nicoll, Maurice. Comentarios
Psicológicos sobre las enseñanzas de Gurdjieff y Ouspensky (4º tomo).
Editorial Kier 2004.
Khalil Gibrán Khalil. El Loco.
Obras Completas. (Tomo I). Editorial Visión Libros.
Antonio Pacheco. Ego, Esencia
y Transformación. Editorial Hermes
Terapia Integral.