domingo, 17 de febrero de 2013

El equilibrista.


Aun sobre la tabla, el equilibrista observa el limpio vacío que subyace bajo sus pies. Sus fuertes tobillos arden como hierro fundido, conocedores de que del equilibrio entre la maleabilidad y la rigidez de su estructura depende la proyección de su imagen sobre el frío y escueto hilo de acero. 



Con los hombros relajados, el pecho elevado y la mirada al frente, el hombre siente la llamada del fantasma del desvanecimiento, de la precipitación por el abismo. Es conocedor de la fragilidad de su existencia pero no teme. Una intensa calma envuelve su pensamiento. Sabe que después de caer, simplemente tendría que volverse a levantar. Como otras tantas veces, el hombre se construye y reafirma en el hombre. Y sigue caminando.




viernes, 15 de febrero de 2013

miércoles, 13 de febrero de 2013