El tiempo encadena mi muerte a la vida.
Cada movimiento que hago me hace más efímero,
más alto.
Cada momento que comparto me hace más consciente
de la atemporalidad de mi paso por el tuyo.
De la semilla que germina al ritmo que la naturaleza le otorga
sin más prisa que la roca viva y expuesta.
A sabiendas de que su erosión será sustrato de vida.
De nueva vida que habita tras la muerte
y crece en tus pupilas.